Estilos de autoestima

Para proteger nuestra autoestima necesitamos, entre otras cosas, que seamos valorados como personas, tanto por nosotros mismos como por otros. Esta valoración positiva muchas veces se basa en el reconocimiento o aprobación al haber hecho algo especial: alguien ha tenido una idea brillante, ha logrado algo con mucho esfuerzo (aprobar unas oposiciones, sacar un título a la vez que trabaja, educar a un hijo siendo madre soltera), tiene éxito en algo (monta una empresa y gana mucho dinero), ha mejorado ( por ejemplo, su nivel de inglés, los kilómetros que ha corrido)…

Esto implica en muchos casos dos creencias implícitas:

  • que debe darse una ausencia de errores para poder optar a reconocimiento
  • que siempre hay que rendir, es decir, hay que hacer algo activamente para recibir reconocimiento.

En ambas creencias se excluye la opción de recibir atención/ reconocimiento de manera incondicional, es decir, poder gustar simplemente por ser quienes somos, con nuestras habilidades y también nuestras manías, nuestras incompetencias en algunos campos  o nuestros errores, que nos hacen ser nosotros mismos. Las personas que dejan la carrera universitaria a la mitad porque no les gusta o no muestran ambiciones de cambio o mejora suelen encontrarse con ciertas actitudes negativas por parte de los demás.

Cuando una persona recibe menos reconocimiento o valoración de la necesaria, la autoestima sufre. "No gusto a los demás", "valgo menos" o "no valgo nada" serían pensamientos que aparecerían y que nos harían sentir tristes y deprimidos. Ya que esto es un estado desagradable que queremos evitar y las personas tendemos a proteger nuestra autoestima, desarrollamos estrategias para modificar este estado y sentirnos mejor.  Si las estrategias adaptativas no nos funcionan (por ejemplo, rodearnos de gente que sí nos valore o pedir activamente más elogios, como puede ser el caso en una pareja), desarrollamos otras que no son tan sanas por los costes que implican. Veamos cuáles pueden ser.

  • El evitador: algunas personas tienden a pensar que "no soy bien valorado ni nunca lo      seré" y tienden a autoengañarse  asegurándose que "no necesito gustar a los demás". Suelen mostrar un caparazón frío, distanciado hacia los demás que sin embargo esconde el miedo a no recibir atención.
  • El perfeccionista: algunas personas intentan solucionar la falta de reconocimiento por parte de otros rindiendo más y evitando cometer cualquier fallo. La idea que se esconde detrás es "si hago más, les gustaré", "Si no les gusto es porque no me he esforzado lo suficiente".

El animador: dado que no reciben suficiente valoración por parte de los demás,

  • estas personas intentan conseguirla intentando ser el centro de atención. La creencia que hay detrás es "si soy interesante soy bueno", "si soy especialmente gracioso/ tengo suficiente que contar, gustaré".
  • El rebelde: estas personas consiguen recibir atención a través de comportamientos negativos. Se habla de la atención negativa y la explicación que hay detrás es "si soy diferente, soy bueno", "si destaco, aunque sea negativamente, al menos llamaré la atención y me percibirán"
  • El ayudante: estas personas ignoran necesidades propias para centrarse en otros, siguiendo la idea de que "si ayudo a los demás y me muestro indispensable, me valorarán".
  • El adicto: hay personas que recurren a sustancias o a comportamientos adictivos para reducir el malestar de no ser valoradas suficientemente y "anestesiar" las emociones      negativas asociadas a este hecho. La creencia que hay detrás es "si no valgo para los demás, al menos no quiero percibir esa emoción negativa".

Cabe destacar que estas estrategias no son malas de por sí. Puntualmente pueden ayudarnos pero si se tiende a usar una de ellas como "solución para todo", se puede convertir en un estilo de comportamiento, es decir, un patrón de conducta. Ello implica que se usaría una de ellas y faltarían alternativas que nos permitirían adaptarnos a la situación. Por ejemplo, si alguien tiende a intentar obtener reconocimiento por parte de su superior en el trabajo a través de un alto rendimiento pero este superior no responde como se desea, una opción sería cambiar de estrategia y pedir asertivamente algo más de reconocimiento.

Pero si esta persona únicamente dispone de su rendimiento como estrategia, seguramente deduzca que si su jefe no reacciona es porque no se ha esforzado lo suficiente. Tenderá a rendir aún más, lo que puede llevarle a trabajar por encima de sus límites y, a largo plazo, incluso puede tener costes para la salud, además de, probablemente, no lograr su objetivo de ser mejor valorado.

Para no caer en la trampa de asumir un determinado rol (como se ha descrito anteriormente) para acceder a una mejor valoración y así a una mejor autoestima, es recomendable darse cuenta del patrón que estamos usando. Una vez reconocido, es adecuado buscar alternativas, trabajando en las ideas que mantienen activo nuestro comportamiento (citando los ejemplos de antes: "si soy interesante soy bueno"  o "si hago más, les gustaré"). Esto nos permite usar estrategias más adaptativas por ser más directas y más claras en la comunicación con los demás.

  • pedir atención y reconocimiento si creemos que la otra persona podría expresar      más frecuentemente nuestros aspectos positivos
  • aceptar reconocimiento cuando nos lo dan. Muchas personas no son capaces de integrar halagos  o valoraciones positivas por parte de los demás en su autoestima, de tal  manera que insisten en seguir con sus patrones de búsqueda de atención a partir del rendimiento o de ayudar a otros.
  • darse reconocimiento uno mismo. Si nos damos suficiente valor, nos hacemos menos dependientes de lo que opinen los demás, tanto en el caso de críticas negativas como positivas. Esto nos permite aceptar que no le gustemos a alguien y también      asumir que hay personas a las que les gustamos mucho sin que eso influya      excesivamente en nuestra autoestima.
  • rechazar reconocimiento falso. En el ámbito de trabajo o de pareja, a veces nos encontramos con alabanzas que son manipulativas y persiguen otro objetivo distinto al de mostrar gratitud o reconocimiento. Si se detecta, es sano darse cuenta de que ese  reconocimiento no es auténtico y no caer en la trampa de orientarnos a la      atención de esas personas.

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